
Y es que nada (me) duele más que la indiferencia.
Se puede lidiar con cualquier cosa. Un enojo tratando de ser comprensivo. Una mala palabra, haciendo comprender que cometió un error. Un insulto, haciendose respetar debidamente. Pero la indiferencia... ¿cómo hacemos para hacer que el otro abandone su indiferencia?
Hoy me tocó vivirla de cerca. Tu. Precisamente tu. Nunca me habias tratado así, y hoy no pude comprender que pasó. ¿Frente a esto que hago? reacciono de la misma manera: indiferencia. Pero no una como la tuya. Una (podriamos decir) inducida, no natural, fingida, no espontánea, forzada, ilógica. Creí que con mi indeferencia acabaría la tuya. No pasó así. Al menos, no pude descubrir que efectos produjo en ti mi actitud, porque ni eso me dejaste ver.
Muchas veces (por no decir siempre) prefiero que sean hirientes antes que me traten con la indiferencia con que tu lo hiciste hoy. Me dolió. Me duele. Esto cambia un poco el panorama, quizá cambia tambien la manera de ver las cosas. Tal vez quieres que cambien...
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Ce finit.
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